⌬ La Promesa de Thaeron ⌬
El sistema V.I.S. permitió a las facciones conquistar su sistema natal. Las Corredoras surcaban el vacío espacial, las estaciones espaciales orbitaban lunas y planetas cercanos, pero las verdaderas estrellas de Éliade aún permanecían fuera de su alcance como entes lejanos, burlones y sagrados, totalmente inabordables.
Fue entonces cuando intervino Rhaelen Thaeron, un visionario hechicero del Triunvirato Iridia que dedicó decenas de años al estudio de los restos de la Esperanza. Y en su interior hizo un hallazgo que cambiaría para siempre la perspectiva que se tenía del kryos. Allí, en el interior de aquella nave, al estudiar sus entrañas, se dio cuenta de que el sistema mágico utilizado para construir la Esperanza era totalmente diferente al utilizado por las Corredoras; y es que los nativos de Neyrum, y quien quiera que construyese aquella enigmática nave, no contemplaba la magia con los mismos ojos: los primeros, aprovechaban el kryos para manipular las leyes de la realidad, y llegaron a la conclusión de que el kryos podía comprimir el espacio; segundos, sin embargo, vieron que la magia no sólo podía comprimir, sino que también podía fracturar la realidad, y así diseñaron el motor de la Esperanza, un motor que permitió a la nave rasgar el tejido mismo de la realidad para abrir caminos imposibles hasta llegar a Neyrum.
Cuando Rhaelen contó su descubrimiento en una audiencia con el Consejo Estelar, se decidió prohibir dicha línea de estudio, amparándose en que el descubrimiento era demasiado peligroso como para continuar, pues fracturar la realidad no podía llevar a nada bueno.
No obstante, Rhaelen, lejos de achantarse y tirar por la borda sus años de estudio, buscó aliados en los rincones más oscuros de la sociedad: astrónomos herejes, banqueros corruptos, ingenieros ogmienses desertores… Y así, tras un largo tiempo de inagotable esfuerzo, construyó el primer prototipo de lo que más adelante se llamaría el sistema V.I.S.-MAG (Velocidad de Impulso Espacial Mágico).
⌬ El Salto y la Herida ⌬
El Sistema V.I.S.-MAG unía dos actos imposibles: la compresión del espacio (V.I.S.) y la fractura dimensional (MAG), una mezcla de genialidad y suicidio se mirase por donde se mirase. Rhaelen volvió a participar en una audiencia con el Consejo Estelar, y esta vez, aupado por los demás miembros de su equipo y por el correcto funcionamiento del prototipo, le dieron luz verde para llevar a cabo la investigación y dar un paso más, esta vez bajo el amparo y la financiación de todas las facciones de manera oficial.
Sin embargo, al principio, cuando se instalaron los primeros sistemas V.I.S.-MAG en las Corredoras, se dieron cuenta de un detalle: cuando se producía un salto espacial, la realidad se curvaba, se doblaba o incluso se quebraba, y las naves, incluso revestidas con ikorr, eran incapaces de aguantar semejante presión espacial. La estructura se debilitaba, la tripulación enloquecía y se cristalizaba, y las pérdidas eran tan frecuentes que el Consejo Estelar casi cancela el proyecto. Al mismo tiempo, el Imperio presionaba para revertir el programa hacia una automatización total, mientras que el Triunvirato rogaba tiempo para hallar una solución y la Aristocracia exigía resultados a cambio de su inversión.
Fue entonces cuando Faelhan de Lurain, un artífice arcano del Concilio de Lyen y fundador de la Academia Lysereth, conocido por su obsesión con la sinergia entre vida y estructura, propuso lo impensable: la nave no debía resistir la grieta, debía sentirla y formar parte de ella. Su propuesta escandalizó al Consejo, tanto que incluso se plantearon clausurar su academia y exiliarlo, pues construir una nave con dichas capacidades era una idea totalmente descabellada y peligrosa. Sin embargo, con ayuda del equipo de Rhaelen, consiguió crear la primera patente de su obra magna: el Auctor, y al estudiarlo detenidamente, el Consejo Estelar de nuevo tuvo esperanza.
⌬ Los Auctores ⌬
Cada Auctor era mucho más que una nave, era un pacto entre razas, disciplinas y convicciones. Todos ellos se manufacturaban en los astilleros de Legus, donde su ensamblaje, además de ser pura ingeniería, era un ritual de precisión absoluta, una simbiosis orquestada por generaciones de conocimientos acumulados.
▣ Los Ilkel | La estructura inquebrantable
El casco de cada Auctor se forjaba con ikorr puro refinado por las manos más prodigiosas de los Ilkel mediante técnicas que sólo ellos entendían. Este mineral se encargaría de repeler las energías corruptoras del kryos durante el salto, disipando la erosión sobrenatural que devoraba cualquier otro material. Su estructura interna, reforzada por el método ogmiano de placas superpuestas y presión calibrada, permitía a la nave soportar las tensiones entre planos sin desintegrarse.
▣ Los Isara | Las matrices iridianas y los heraldos
En las entrañas del Auctor palpitaba un corazón fractal diseñado por los Isara, una serie de artefactos arcanos responsables de generar la fractura inicial del espacio que permitía a la nave adentrarse en lo desconocido y plegar el universo mismo a través de la canalización del kryos. Para evitar que la grieta devorara la nave o colapsara antes de completarse el salto, entraban en juego los Heraldos, un grupo selecto de isara formados para armonizar la vibración de las matrices con la resonancia ambiental de la grieta. Durante el salto, los Heraldos se alineaban con el núcleo mediante rituales arcanos, su labor era invisible al ojo externo, pero sin ellos, las grietas abisales habrían colapsado o mutado en horrores desconocidos. Muchos Heraldos perdieron la cordura en los primeros saltos, y algunos nunca volvieron a hablar.
▣ Los Nirmate | Navegantes del abismo
Los Videntes del Concilio de Lyen, usualmente Nirmate que dedicaban su vida al estudio de las constelaciones y los astros, eran los primeros en intervenir antes de un salto: primero, se encargaban de trazar la ruta que debian seguir mediante complejos cálculos astrológicos, alineando el Auctor con la coordenada dimensional deseada, y un error en esta etapa significaba catástrofe absoluta pues el destino final sería totalmente incierto; segundo, entraba en juego un Vidente especial llamado Navegante, entrenado especialmente para soportar visiones, distorsiones y ecos producidos por el kryos. Los espectadores externos decían que los Navegantes no pilotaban, sino que dialogaban con el mismo kryos mientras la nave atravesaba lo imposible.
▣ Los Hanere | Tejedores de la calma
El salto no era sólo peligroso para la estructura de la nave, también lo era para la mente de los tripulantes, y así entraban en juego los Hanere, maestros psíquicos con una enorme sensibilidad empática. Su trabajo los convertía en anclas mentales que se encargaban de sincronizar las emociones de toda la tripulación para prevenir crisis psíquicas, de esta manera, entre todos, eran capaces de gestionar las emociones negativas que pudiesen golpear la mente de cada individuo, especialmente durante la labor del Navegante.
▣ Los Visam | La biosfera viviente
Los Visam no pilotaban ni trazaban rutas, al menos no habitualmente. Sin embargo, sin ellos nadie podría sobrevivir al viaje. Su legado vivía en la biosfera interna del Auctor, una red de fibras vivas, raíces y microhábitats simbióticos que se encargaban de regular las presiones internas de cada Auctor, filtraban el kryos excedente, aislaban los compartimentos más vulnerables. Se dice que el Auctor respiraba gracias a los Visam y que, sin su simbiosis natural, cada salto hubiera sido un suicidio sellado en metal.
▣ Los Henka | Instinto de supervivencia
Los Henka más tradicionalistas eran un factor impredecible pero necesario. En cada Auctor, al menos un Henka formaba parte de la tripulación para actuar cuando la lógica fallaba. Su profundo vínculo espiritual y su férreo instinto innato los convertían en guías improvisados cuando todo fallaba. Algunas tripulaciones juraron que, cuando todo estaba perdido, eran los Henka quienes sentían el camino de regreso, y a través de la conexión psíquica de los Hanere, permitían a los errados Navegantes encontrar de nuevo el rumbo.
Cuando todos los involucrados estaban preparados, el salto comenzaba. El núcleo vibraba con fuerza, la estructura oscilaba como un diapasón y entonces reinaba el silencio. Un instante de pura nada, seguido por una implosión de luz que hacía desaparecer al Auctor, dejando tras de sí una estela de cristales flotantes, fragmentos residuales de kryos solidificado que aún recordaban el trayecto y a veces formaban portales efímeros o inspiraciones artísticas para observadores.
Pero los primeros saltos no fueron gloriosos: decenas de Auctores desaparecieron en las grietas. Algunos reaparecieron años después, vacíos; otros no regresaron jamás; pero un día, uno cruzó y desde entonces, Éliade dejo de ser un horizonte inalcanzable.
⌬ Auria ⌬
El decimoséptimo intento operativo del programa V.I.S.-MAG fue autorizado bajo el código LX-R1V, una nave Auctor ensamblada con la más reciente matriz de estabilización isara, un núcleo calibrado por cinco Videntes, un Navegante que no hablaba desde los seis años y un Heraldo marcado por visiones crípticas que describían tormentas eternas; ninguno esperaba regresar. El salto comenzó como todos los anteriores: vibración, tensión y silencio. Pero el instante de nada se prolongó más de lo esperado y, durante doce segundos, todos los sensores dejaron de registrar el presente. Y luego, en un instante, el Auctor reapareció al otro lado, y su tripulación seguía ilesa.
Finalmente, un Auctor llegó a un nuevo rincón del espacio, a un nuevo sistema.
▣ La promesa verde
El sacrificio de los dieciseis auctores anteriores obsequió al decimoséptimo no solo con el éxito del viaje, sino con el descubrimiento de un planeta idílico; un lugar repleto de vastos páramos y mesetas colosales que se extendían bajo perpetuas auroras que teñían el cielo de púrpura, verde y oro. El planeta no tenía océanos, pero lo recorrían ríos y lagos entrelazados que surcaban como venas sobre una piel gris azulada. Las montañas, de roca oscura y pulida por años de erosión, reflejaban el brillo de sus dos soles, a los que apodaron Lyrion y Selenar, en honor al Navegante y al Heraldo del Auctor.
Auria, que es el nombre que recibió en honor al antiguo Reino de Arius, no era un mundo muerto, era un mundo en reposo que aguardaba a sus nuevos nuevos inquilinos.
Así, se produjo el primer descenso cerca del polo sur, en una zona donde los silforos —árboles de corteza negra que absorbían la energía de las auroras y la almacenan en esferas que brotan de sus ramas— crecían como espirales azabache, y la atmósfera, cargada de partículas aurales, provocaba alteraciones sensoriales a los tripulantes, aunque para sorpresa de todos los tripulantes, los sensores de sus cascos indicaban que la atmósfera era totalmente apta para ellos, con un único aviso de peligro, había zonas en las que el kryos reinaba como un cruel dictador.
Tras encontrar un lugar óptimo, se lanzaron desde el Auctor casas prefabricadas que dieron luz verde al primer asentamiento intergalactico: Punto Cero.
▣ El primer paso
En las montañas cercanas a Punto Cero, los sensores detectaron formaciones de un mineral desconocido hasta ese día que llamaron Aurita, un mineral con emisiones similares al kryos pero con menos carga corruptora, lo que lo convirtió Auria en un planeta extremadamente valioso.
El clima era seco, pero las noches eran heladas y brillantes, bañadas por dos lunas y una red de corrientes geotérmicas que distorsionaban señales y afectaban a la magia. Las primeras tormentas geomagnéticas inutilizaron equipos e instalaciones, aunque en las zonas afectadas habitualmente por estos sucesos se encontraron unas peculiares plantas que absorbían la radiación emitida por las auroras a las que apodaron Luminalis.
▣ El contacto
Durante semanas, el equipo técnico de Punto Cero trabajó sin descanso. El núcleo del Auctor LX-R1V, aún vibrante, se reconfiguró para un propósito sin precedentes que muy pocos en la tripulación conocían: convertirse en el corazón del primer Lanuar. Sin embargo, el ritual de estabilización, dirigido por los Videntes y el Heraldo, empezó a mostrar desviaciones peligrosas. Las matrices iridianas no respondían al kryos como estaba previsto, y la grieta mostraba signos de colapso inminente. Y fue entonces cuando el Heraldo actuó: nadie lo escuchó hablar, ni dar una orden, simplemente lo vieron caminar con paso firme hasta el núcleo vibrante del Auctor. El Navegante gritó, tratando de detenerlo, en vano, pues el Heraldo comprendió que el ritual exigía algo más que simplemente poder sobrenatural, exigía un sacrificio voluntario que resonara con las frecuencias del kryos y la voluntad del salto; y así, extendió la mano, cerró los ojos, y se ofreció al abismo. El núcleo lo envolvió sin violencia, una luz áurea estalló y la grieta dejó de temblar. En su lugar, emergió un arco suspendido, un pequeño portal radiante. Así nació el primer Lanuar.
Durante once segundos, la red del Consejo Estelar en Legus registró una anomalía, tan sólo recibieron una palabra: «Auria».
La respuesta no tardó en llegar, comunicándose por toda la estación orbital con voz ceremonial: «Contacto establecido. La Expansión ha comenzado».
▣ El legado del heraldo
El sacrificio del Heraldo no fue en vano. Faelhan y Rhaelen lo interpretaron como una revelación y, a partir de los análisis de las lecturas energéticas posteriores al salto, ambos dedujeron que el éxito del primer Lanuar no se debió únicamente a la calidad de las matrices o del ikorr, sino a la resonancia emocional, mental y espiritual proyectada por el Heraldo a través de su férrea voluntad de abrir el camino hasta su hogar, la estación Legus. Fue su sacrificio lo que ancló la grieta que unía dos puntos precisos de Éliade.
El primer Lanuar, creado en la sala del núcleo del Auctor LX-R1V, fue sólo un aperitivo de lo que vendría después y, aunque limitado, permitió el paso de habitantes de Legus y de Auria de un lado a otro, dando luz verde a los primeros viajes espaciales a gran escala.
⌬ Los lanuar ⌬
Cada Lanuar era una estructura monumental erigida a partir de la transformación irreversible de un Auctor. Aquellas mastodónticas naves que en otro momento surcaron el vacío espacial, se desplegaban y se anclaban al tejido del universo como una espiral viva y palpitante: un portal arcano estable que conectaba dos puntos de la galaxia.
▣ Proceso de transformación
Faelhan y Rhaelen idearon un complejo sistema de transformación que se introdujo en todos los Auctores que siguieron al decimoséptimo, además, a partir de entonces, los Auctores se crearon en pares para poder crear portales a ambos lados. Un Auctor viajaría al nuevo sistema, y el otro se quedaría en el sistema original, lo más cerca posible del borde para reducir la distancia entre los portales y su consecuente consumo de kryos. De esta manera, cuando ambos Auctores se encontraban en sus posiciones, iniciaba el proceso de transformación:
- Expansión del núcleo: El corazón del Auctor, saturado de kryos, se despliega en múltiples anillos concéntricos que giran en fases distintas, creando una jaula dimensional.
- Disolución estructural: Las capas de ikorr se redistribuyen por la superficie exterior, formando una armadura circular capaz de resistir las tensiones del kryos activado.
- Activación del ancla: Un complejo ritual arcano mental llevado a cabo por místicos y psíquicos estabiliza la conexión bidireccional entre el Lanuar original y su homónimo al otro lado, emulando el comportamiento energético que se dió con el sacrificio del Heraldo al crear el primer Lanuar.
- Encendido del umbral: Cuando la estructura circular está totalmente formada y el núcleo está correctamente estabilizado, este comienza a expandirse en un vórtice sellado de energía pura, visible como una espiral flotante que vibra con luz multicolor.
▣ Estructura y diseño
Un Lanuar finalizado consiste en una estructura colosal de aproximadamente tres kilómetros de diámetro compuesta por:
- Un anillo exterior formado por los restos del Auctor reconfigurado. Sus espirales mecánicas, diseñadas originalmente como estabilizadores de viaje, ahora actúan como anclajes del flujo de kryos.
- Un núcleo espiral: el vórtice arcano, sostenido por una jaula fractal, gira de manera perpetua emitiendo pulsos de energía que sincronizan con el otro Lanuar conectado.
- Una corteza glífica de capas talladas por los Isara donde se inscriben patrones únicos. Ningún Lanuar es igual a otro.
- Una biosfera propia: la red simbiótica del Auctor mantiene la biosfera local estable en el interior del anillo exterior, lo que permite que la tripulación encargada del Auctor viva cómodamente en su interior.
El Lanuar no permite ver lo que hay al otro lado. Por lo que se utilizan equipos tecnomágicos para que los equipos de un Lanuar se comuniquen con los de otro para gestionar los permisos de tránsito.